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XXXI ANIVERSARIO DEL ESTATUTO DE AUTONOMÍA

Viernes, 01 de Febrero de 2013

Discurso del presidente del Parlamento. 1 de febrero de 2013.

Presidente del Gobierno de Cantabria,

Delegado del Gobierno de la Nación,

Alcalde de Santander,

Miembros de la Mesa del Parlamento,

Consejeros del Gobierno,

Autoridades civiles, eclesiásticas, académicas y militares que nos acompañáis,

Presidentes de las Cofradías de Pescadores de Cantabria,

Mujeres trabajadoras del Sector Pesquero, presentes hoy en este acto,

Señoras y Señores:

Bienvenidos todos al Parlamento de Cantabria, a este Acto de celebración del trigésimo primer aniversario de nuestro Estatuto de Autonomía.

Nos hemos propuesto en el Parlamento honrar en nuestras celebraciones más memorables a colectivos dignos de especial protección y reconocimiento. Lo hicimos, hoy hace un año, en la anterior celebración del Estatuto, con las sufridas y ejemplares mujeres rurales, cuyas asociaciones se sumaron al homenaje en su práctica totalidad. Y más recientemente, el día de la Constitución, con  los empresarios y emprendedores.

En esta ocasión, en el Trigésimo Primer Aniversario del Estatuto, queremos prestar nuestro reconocimiento al amplio y heterogéneo colectivo de las mujeres trabajadoras en el  Sector Pesquero. Sed, por tanto, especialmente bienvenidas hoy todas las mujeres de Cantabria que  estáis vinculadas a este sector.

La historia de nuestra región está profundamente enraizada en la ganadería y en la pesca. La pesca ha jugado un papel particularmente decisivo en el desarrollo económico de las villas de la costa, San Vicente de la Barquera, Comillas, Suances, Santander, Santoña, Colindres, Laredo y Castro Urdiales.

De todos es bien conocida la intensa dedicación de las mujeres y los hombres de nuestra zona costera a las actividades relacionadas con la pesca. La historia ha marcado sus roles y rutinas, de modo que tradicionalmente han desarrollado funciones y tareas complementarias, diferenciadas por sexos. Así, mientras los hombres se enrolan en los barcos y trabajan en la mar, las mujeres realizan en tierra diversidad de faenas y oficios.

Ellas han estado presentes desde siempre  en el sector pesquero, ejecutando multitud de labores. Su aportación ha sido y es fundamental para el desarrollo de la pesca, de su industria transformadora y para el sustento y cuidado de sus familias.

 Se constituyen, así, en tierra, distintos roles de trabajo femenino relacionados con la pesca, algunos de cuyos testimonios y experiencias acabamos de escuchar:

- El antiguo oficio de las “Muchachas de Barco” o “Nescatillas”, encargadas en tierra de atender las necesidades de las embarcaciones: clasificación del pescado en lonja,  aprovisionamiento, consumos, avituallamientos y otras tareas imprescindibles para la buena administración del barco.

- El de las “Rederas” o “Adobadoras”, que confeccionan, reparan y mantienen las artes y aparejos de pesca. Su labor manual es altamente cualificada y cuenta con una larga tradición de sagas familiares trasmitida de abuelas a madres y a hijas. En nuestra región los colectivos de rederas siguen perviviendo, aunque en peligro de relevo generacional, en Santoña, Santander, San Vicente, Colindres y Laredo. Y han sabido adaptarse a las nuevas necesidades de los barcos y a los tipos de artes que estos precisan para la pesca.

- El de las Mujeres Mariscadoras, que realizan su labor a mano, con ayuda de distintos utensilios específicos para cada especie. La labor de recolección requiere profundos conocimientos de la zona de trabajo, de las características biológicas del marisco y de las circunstancias en las que se desarrolla. Tales conocimientos se han venido trasmitiendo tradicionalmente por medios orales, y también por la experiencia adquirida, de abuelas a madres y a hijas. La actividad mariscadora se ha considerado tradicionalmente como un complemento a la economía familiar. Sin embargo,  a medida que la demanda de estos productos comienza a crecer, las gentes de la costa ven en esta profesión un medio de vida que cada día se valora más.

- Pero el colectivo de Mujeres que trabaja en el Sector de la Trasformación del Pescado en Cantabria es, con mucha diferencia, el más importante desde todos los puntos de vista.

Históricamente, ya a finales del s. XIX, se produjo una temprana incorporación de la mujer a las industrias de trasformación de pescado -salazones y conserva hermética-, aunque con clara desventaja en sus condiciones de trabajo respecto a los hombres.

Actualmente, la industria conservera, un sector de gran importancia económica y social para nuestra región, emplea mayoritariamente a mujeres. 67 fábricas de salazón, semiconserva, conserva y comidas preparadas, ubicadas sobre todo en la costa (Santoña, Laredo, Colindres, Castro y San Vicente), dan trabajo en nuestra comunidad a 1800 mujeres aproximadamente.

Y a la cantidad se une la calidad. Junto a las grandes industrias, las unidades de trasformación de pequeña escala elaboran en nuestra región productos de muy alta calidad, justamente apreciados por los consumidores.

 Un ejemplo paradigmático lo constituye la semiconserva de la anchoa. La elaboración de filetes de anchoa, como se puede apreciar hoy en este Patio, constituye una muy delicada y esmerada labor artesanal. Existen otras regiones en España que producen anchoa, pero es ya unánime el reconocimiento de que  Cantabria es la región por excelencia en la elaboración de las mejores anchoas, y es Santoña donde se da la mayor concentración de industrias de esta semiconserva en nuestro país. Es sobradamente sabido que, para salvar la dificultad económica en las que nos encontramos inmersos, se requiere ante todo competitividad. Pues bien, la anchoa de Cantabria se ha convertido en el producto más competitivo gracias a su excelente calidad.

Cada uno de los colectivos a los que acabo de referirme tiene sus dificultades e intereses específicos, pero también sus problemáticas comunes:

-    La del intrusismo y economía sumergida, con la competencia desleal que comportan.

-    La de la precariedad laboral, determinada por la natural estacionalidad de la pesca, con largos periodos de inactividad.

-    La de la necesidad de formación reglada y de profesionalización.

-    La de la diversificación o búsqueda de alternativas de ingresos complementarios, para los periodos de descenso de la actividad pesquera.

-    Y, en muchos casos, el difícil papel de las mujeres, como esposas de  pescadores, cuyos maridos   se enrolan en salidas a alta mar.

     La mar es un ámbito arriesgado, pero el papel de la esposa que se queda en tierra es asimismo difícil. Las mujeres de los pescadores dicen que “hay dos palos que aguantan la vela en casa del pescador: la firmeza y la soledad”. Por un lado, una unidad familiar monoparental, durante el tiempo de ausencia del marido en la mar, y por otro, el trabajo aledaño a la pesca, la atención a los hijos y todas las demás tareas del hogar. Con su trabajo callado y su sacrificio permanente, sacan adelante sus economías familiares y contribuyen a forjar el desarrollo y el progreso de nuestra región.

 El Parlamento os tributa pues, a todas las mujeres vinculadas al Sector Pesquero, y en esta  señalada fecha del Estatuto,  el debido homenaje y reconocimiento, por vuestro trabajo en las actividades relacionadas con  la pesca y su transformación, y por vuestra entrega, escasamente visible y valorada, en vuestros   respectivos ámbitos domésticos.

Sras. y Sres., nos congrega hoy aquí una efeméride muy importante, la de la entrada en vigor de nuestro Estatuto de Autonomía hace 31 años, en el que se reconoció al pueblo de Cantabria la capacidad para gobernarse por sí mismo.

En tal celebración, resulta casi obligado que deba referirme a la polémica que se viene suscitando en torno a nuestro modelo de organización territorial del estado de las autonomías, y a su vigencia en las actuales circunstancias de crisis económica e institucional.

Los añorantes del Centralismo cuestionan dicho modelo de estado, por considerar insostenible su mantenimiento, debido al  insoportable coste económico que conlleva. Extienden además, entre la ciudadanía, la convicción de que determinadas competencias, la educación por ej., nunca debieron trasferirse, y plantean incluso la conveniencia de su reversión al Estado.

Quiero dejar patente desde el principio mi desacuerdo con tales posiciones. El Estado de las Autonomías ha sido, y es, una solución razonable y conciliadora, que garantiza la unidad de España y el pluralismo regional de nuestro país. Las identidades  de las nacionalidades y regiones tienen en este modelo suficientes cauces de expresión y acomodo, superiores incluso, en determinados ámbitos, al de los estados federales. Autores hay que sostienen que el Estado Español es un estado federal, salvo en el nombre.

Hemos de reconocer que el modelo tiene ineficiencias, y que es preciso apostar por el adelgazamiento de las estructuras del estado autonómico, para que éste resulte más racional y viable. La crisis económica y el preocupante déficit deben tener, como efecto positivo, racionalizar unas estructuras político-administrativas sobredimensionadas. Urge acometer una reforma integral del sector público, que simplifique su estructura administrativa a todos los niveles, pues, en su dimensión actual, resulta insostenible por ineficiente.

Urge resolver de forma razonable la reordenación de las administraciones estatal, autonómica y local, con claridad en las cuentas, limitación en la capacidad de endeudamiento y eliminación de entidades y organismos que no sean productivos o que estén duplicados.

El adelgazamiento de la administración pública en todos sus ámbitos es clave, además, para la salida de la crisis. Las administraciones públicas consumen cuantiosos recursos a los que, al no contar con suficientes  ingresos, ha de hacerse frente con emisiones de deuda. Esto lleva consigo, a su vez, detraer recursos a la inversión productiva, que es la que genera creación de empleo.

Se dirá que con sólo recortes no se logra la recuperación, y es cierto. Pero también lo es que, sin un estricto control, no se consigue de manera alguna dicha recuperación. Se dispararía la deuda, se incrementarían los intereses y no habría posibilidad de financiación, lo que resulta imprescindible para poner en marcha políticas de reactivación.

Sigue imponiéndose, pues, una estricta austeridad. En el Parlamento estamos haciendo los deberes en este sentido.  Hemos sido el primero de España en aprobar, a iniciativa del Presidente del Gobierno, la reducción del número de diputados al mínimo que fija nuestro Estatuto de Autonomía. Además, hemos eliminado todos los gastos prescindibles, sin afectar por ello a la calidad de las funciones que le son propias.

No podemos seguir pidiendo sacrificios a los ciudadanos al tiempo que comprueban que, por ej., de 2006 a 2010, con prácticamente las mismas competencias, las Comunidades Autónomas incrementaron en un 30%, el número de  sus empleados públicos.

El problema no es, pues, el Estado de las Autonomías, sino la inviabilidad de su sobredimensión y sus ineficiencias, que en ningún caso invalidan el modelo autonómico constitucional, ni justifican hipotéticos procesos de reversión de competencias al Estado Central.

 Buena prueba de la viabilidad de las Autonomías es que otros países de Europa, con modelos de organización territorial semejante, como los länders de Alemania por ejemplo, están ahora mismo a la cabeza del desarrollo económico.

Sras. y Sres., quiero reivindicar en estos momentos, en los que se cuestiona  la política y, sobre todo, a los políticos, el papel y el trabajo de todos los diputados. La libertad y la democracia requieren necesariamente de los diputados, pues son ellos los que  recogen y plantean las distintas alternativas que surgen de la sociedad.  Algunas coincidirán con  las del Gobierno y otras serán totalmente opuestas, pero todas ellas deben tener cauce en este Parlamento,  pues de esta forma se preserva y garantiza la esencia de la democracia y de la libertad.

Los casos de “manzanas podridas” entre los políticos han ocasionado una muy preocupante desafección de la ciudadanía hacia todos los representantes públicos. Las estadísticas señalan que el 96% de los españoles considera que la corrupción política en nuestro país es actualmente muy alta. Es absolutamente necesario que desde los todos los grupos políticos actuemos con inmediatez y rigor contra los corruptos, pues el daño que causan al sistema democrático es devastador. Y es imprescindible que la justicia sea rápida, implacable y que llegue a sus últimas consecuencias. El político ladrón es doblemente ladrón, porque está robando a todos los ciudadanos y, además, Sras. y Sres., permítanme que haga uso de un dicho popular, no es lo mismo “el pecado del cura que el de los feligreses”.

Hemos de cercar sin compasión ni miramientos a una minoría de políticos deshonestos, cuyas inaceptables prácticas están minando la confianza de los ciudadanos en sus representantes y en el sistema democrático.

 La clase política, con independencia de ideologías y adscripciones, ha de actuar al unísono y demostrar su intachable determinación por depurar responsabilidades, su clara vocación de servicio al interés general y, por supuesto, su capacidad de  gestión eficiente, transparente y responsable del dinero público, que es el de todos los ciudadanos.

 Quiero referirme también, Sras. y Sres., al actual y decisivo momento de la evolución de la crisis en nuestro país. Los más importantes analistas de la economía española coinciden en considerar como muy complicada aún nuestra situación, pero también coinciden, de forma unánime, en nuestra capacidad de superar la crisis si dejamos, definitiva y radicalmente, de pensar y actuar como antes.

 Las viejas ideas de la época de las vacas gordas ya no valen. La burbuja inmobiliaria estalló definitivamente. Nada volverá a ser  como antes. Durante demasiados años hemos vivido inmersos en una  cultura que fomentaba la búsqueda del trabajo para toda la vida, el ser funcionario, las subvenciones, la tranquilidad y la seguridad. Ese modelo de sociedad ha fallado. Es inexcusable implantar otro que premie la cultura del esfuerzo, de la excelencia, en el que se apoye a los que invierten y a los que son capaces de crear empresas, riqueza y crecimiento. Es la hora de la innovación, de la creatividad, de la productividad, de la competitividad, del riesgo audaz y emprendedor.

Debo concluir, Sras. y Sres., con una reflexión sobre la confianza en nosotros mismos y en el futuro. La base de la salud económica  es también una cuestión de confianza. Tenemos fundadas razones para ello.

Se han dado ya pasos decisivos para restablecer la confianza exterior en España: nuestras empresas están ganando competitividad, hemos emprendido el camino para controlar el déficit y estamos cumpliendo nuestros compromisos como país.

 Pero los primeros que debemos confiar en España y en nuestras posibilidades somos nosotros mismos. España es un gran país, con suficiente capacidad emprendedora, y se encuentra situada en el centro estratégico de una gran civilización, a caballo entre tres continentes, Europa, África y América.

Los españoles tenemos sobrada capacidad e ingenio para superar esta crítica situación. Contamos con grandes talentos, extraordinarios profesionales en todos los ámbitos y muchas y reconocidas empresas a nivel internacional.

Es preciso, pues, que entendamos que  nuestro destino nos pertenece, que la solución está en nuestras manos, y no en las de otros, y que salir de esta situación es el resultado de un esfuerzo colectivo, de todos y cada uno de nosotros. Es el sacrificio que a cada uno le corresponde el que nos permitirá remontar esta turbulenta etapa.

Ése es el ejemplo, y vuelvo al principio de esta intervención, que permanentemente nos han dado las mujeres del Sector Pesquero a las que hoy homenajeamos. Los valores que ellas encarnan -trabajo, esfuerzo y productividad competitiva-, constituyen la clave para salir de esta crisis.

Concluyo ya, Sras. y Sres., es la hora del esfuerzo, de la imaginación, de caminar todos juntos en la misma dirección y, sobre todo, de confiar en nosotros mismos, en España y en Cantabria.

¡VIVA CANTABRIA!