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PUENTE SAN MIGUEL ACOGIÓ EL ACTO OFICIAL DEL DÍA DE LAS INSTITUCIONES

Sábado, 28 de Julio de 2012

Discurso del presidente del Parlamento de Cantabria

(Puente San Miguel, 28-07-2012)

-    Sr. Presidente del Gobierno de Cantabria,

-    Sr. Delegado del Gobierno de la Nación,

-    Sr. Alcalde de Reocín,

-    Ilustrísimas Autoridades representantes de las Instituciones de Cantabria,

-    Sras. y Sres.

Cantabria rinde hoy homenaje a uno de los hitos de su Historia.

Conmemoramos el origen simbólico de nuestra Comunidad Autónoma.

Tal día como hoy en 1778, en esta villa, que entonces se llamaba Bárcena de la Puente, se reunieron en gran asamblea los regidores de los Nueve Valles, para constituir un "cuerpo de provincia" al que llamaron Cantabria.

Por tal motivo, el Parlamento que me honro en presidir, declaró esta fecha, en 1993, como el Día de las Instituciones de Cantabria.

Parece oportuno recordar hoy el sentido de aquel precedente simbólico de nuestra Comunidad Autónoma, al tiempo que reflexionar sobre la auténtica razón de ser de nuestras Instituciones y su utilidad al servicio de los ciudadanos.

En el preámbulo de las Ordenanzas aprobadas en aquella Asamblea, se establecía algo realmente relevante sobre el recién creado cuerpo de provincia.

Se decía textualmente que sus objetivos o fines eran; "Sostener con menos dispendio los intereses comunes, desterrar las discordias e inquietudes y ser más útiles al Estado".

Más allá de supuestos ideales territoriales o identitarios, lo que aquellos regidores buscaban, al constituirse en provincia, era conquistar un futuro de bienestar, defendiendo sus intereses comunes.

Se proponían hacerlo, además, con la mayor eficiencia, "con el menor dispendio posible", cuestión ésta de singular actualidad en nuestros días.

Los objetivos de aquella Asamblea de antaño siguen estando hoy plenamente vigentes y son aplicables a nuestras actuales Instituciones, cuya auténtica razón de ser consiste en atender, del mejor modo posible, las necesidades de los ciudadanos, hacerlo desde la cercanía y proximidad, y desde luego, con la mayor eficiencia.

Vivimos una situación extremadamente difícil. La crisis económica, y el consiguiente paro, hacen que la incertidumbre se adueñe cada vez más de los ciudadanos, cuya perplejidad ante  la ineficiencia del Estado Autonómico es creciente.

El ciudadano de a pie no entiende que las Administraciones gasten más de lo que ingresan. Sabe, porque es de sentido común, que la reiteración de este hábito conduce inexorablemente al colapso y a la  quiebra del sistema.

Tampoco comprende que sigan existiendo duplicidades competenciales en los distintos niveles de la Administración o que se haya duplicado el número de funcionarios en los últimos 20 años.

No podemos seguir pidiendo a los ciudadanos mayores sacrificios. Ellos demandan, y no les falta razón, que para reducir los costes, ha de actuarse con mucha mayor contundencia en el adelgazamiento de toda la estructura política de las Administraciones Públicas.

Por otro lado, para incrementar los ingresos, reclaman una actuación firme y decidida  sobre la economía sumergida.

Se impone una agenda completa de reformas para modernizar el actual Estado de las autonomías, difícilmente viable desde el punto de vista presupuestario.

Es indispensable repensar la estructura del Estado, Autonomías y Ayuntamientos, y dotar de racionalidad económica al actual modelo territorial

Las generaciones pasadas eran muy conscientes de que tenían que ir administrando los derechos sociales de acuerdo con las posibilidades de la realidad económica. Como entonces, también ahora es imprescindible priorizar.

Para asegurar los derechos sociales más básicos y fundamentales, se precisa una gestión sostenible del conjunto de todos y cada uno de los derechos que conforman el Estado de bienestar.

La crítica situación a la que hemos llegado en nuestro país, nos está obligando a acometer sacrificios inéditos y excepcionales. Su coste  político puede ser muy elevado, pero mucho menor que el que supondría no aplicar estrictas medidas de austeridad que debieron tomarse mucho antes.

En la difícil coyuntura en la que nos encontramos, el objetivo primordial, y casi exclusivo de las Instituciones, es sacar cuanto antes a nuestra región de la crisis que nos atenaza y del desempleo, como su consecuencia más dramática.

Como a nuestros antepasados políticos de 1778, nos une hoy, a todos los que nos congregamos en esta campa de La Robleda, la aspiración de que Cantabria alcance las cotas de prosperidad con las que soñaban aquellos regidores de los Nueve Valles.

Como ellos, tenemos que tomar conciencia política clara de que la solución de nuestros problemas depende en buena medida de nosotros mismos, de nuestras Instituciones, de nuestro trabajo, esfuerzo y sacrificio.

La Institución del Parlamento, a través de todos los grupos políticos, comparte con la ciudadanía y la sociedad cántabra la máxima preocupación por impulsar la actividad económica.

La crisis y el desempleo han sido y seguirán siendo los temas nucleares  de toda la actividad parlamentaria:

-    Hemos debatido y aprobado la normativa para contener el déficit público de la Comunidad;

-    Hemos dado ejemplo de austeridad propia, eliminando todos los gastos suntuarios y no productivos;

-    Hemos aprobado la reducción del número de diputados al mínimo permitido por nuestro Estatuto de Autonomía.

Pero existe otro ámbito de actuación, para favorecer la salida de la crisis, que nos concierne a todas las instituciones. Me estoy refiriendo, y lo he manifestado en otras ocasiones, a la necesidad de propiciar un gran Pacto Social y Económico de todas las Instituciones y fuerzas políticas.

Permítanme que apele, en este difícil momento, al espíritu de unión de nuestros antepasados en la Casa de Juntas de esta villa. Las peleas estériles entre las distintas opciones políticas y de los agentes sociales, únicamente generan un deterioro de la democracia y de la participación política.

Los ciudadanos no entienden que sus representantes no  aparquemos nuestras peleas partidistas, el "tú más". Ellos lo que esperan es que enfoquemos nuestros esfuerzos a la búsqueda y consecución de acuerdos básicos y consensuados, para atajar la crisis y la dramática situación del paro.

 

El Pacto Social y Económico que reclamo, nos aportaría la confianza y credibilidad de los ciudadanos, de las que tan necesitados estamos.

Quiero terminar con un mensaje de esperanza. Habrá que reducir el déficit, mantener la estabilidad presupuestaria, recortar el desempleo y propiciar el crecimiento económico.

Pero, junto a ello, se necesita algo más. Combatir el abatimiento moral, el desánimo y el derrotismo. Enfrentarse a la situación y plantar cara al miedo.

Cantabria es una pequeña, pero gran región. España es, a su vez, un gran país. Tenemos voz en el mundo.

Gozamos de un estado de bienestar que nadie hace 40 años podía pensar que seríamos capaces de alcanzar.

Hicimos una de las transiciones políticas más exitosas de la Historia Contemporánea.

Es cierto que ahora atravesamos una dura crisis y tenemos serias dificultades.

Como otras veces en nuestra historia, hemos llegado tarde a las reformas que necesitaba el país. Pero ya nos hemos puesto decididamente  a ellas, y es el momento de que cada institución y cada ciudadano, nos preguntemos qué podemos hacer por nuestro país y por nuestra región.

La presente crisis económica es también una crisis de los valores y de los principios que alumbraron la España democrática. Los ajustes financieros por sí solos no nos harán superar la crisis. Es el momento de recuperar las virtudes ciudadanas del trabajo bien hecho, del esfuerzo, de la honestidad, de la solidaridad con los que tienen más dificultades, del respeto al contrario, del consenso y, por qué no decirlo, del patriotismo.

Es la hora de confiar en España y en Cantabria, de volver a creer en nosotros mismos y también en la clase política, la mayoría de cuyos representantes se ha esforzado, y sigue esforzándose, por responder a las expectativas de los ciudadanos que los eligieron.

Es la hora de construir  un modelo territorial de Estado, corrigiendo los errores y desviaciones en las que se haya incurrido, pero sin demonizar al estado de las autonomías y sin destruir los muchos logros conseguidos.

Es la hora, en definitiva, de ponernos a trabajar todos juntos y de remar en la misma dirección.