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DÍA DE LAS INSTITUCIONES. DISCURSO DE LA PRESIDENTA DEL PARLAMENTO DE CANTABRIA, DOLORES GOROSTIAGA

Lunes, 01 de Agosto de 2016

Amigos y amigas de esta bella localidad y visitantes que han querido participar en esta fiesta, y que son bienvenidos a este que también es un acto político.

Todos los que estamos aquí hoy somos conocedores del acontecimiento que queremos recordar y sobre todo honrar, por lo que sólo voy a citar algunas ideas que me parecen clave.

Aunque los orígenes como pueblo son anteriores,  hoy aquí rememoramos un acto político que hemos dado en calificar como el nacimiento de Cantabria como región.

Aquel acto político, donde los alcaldes de los 9 valles firmaron en 1778 el acta fundacional de la provincia de Cantabria, fue refrendado un año después por la autoridad competente, el Rey Carlos III.

Quiero destacar que aquel acontecimiento tuvo una característica que la diferencia de otras sanciones reales. Mientras que otras jurisdicciones creadas por la Corona fueron iniciativa del poder central, ese núcleo primigenio de Cantabria se constituyó por la iniciativa voluntaria de los valles y villas de la región.

Es decir, la sanción real se produjo porque esos cántabros del siglo XVIII así lo quisieron, así lo acordaron y así lo defendieron.

En definitiva, en este día recordamos la fecha en que nuestra identidad como región tomó forma política reconocida. Y la consiguió, no sin tesón y trabajo, porque un amplio grupo de personas, que ya se autogestionaban en las Juntas, se dieron cuenta de que sumar esfuerzos y objetivos siempre ha sido una estrategia que ofrece mayores beneficios que la pura suma de las individualidades.

Aquel día no solo fue una victoria política o la simple consecución de un estatus administrativo más favorable. Aquello fue la expresión del deseo popular de unir voluntades y compartir un destino. Fue la decisión de compartir los éxitos, o las desgracias, pero también las esperanzas desde la colaboración mutua.

A la conmemoración de este hecho histórico le hemos llamado Día de las Instituciones, pero lo cierto es que para muchos cántabros y cántabras no es más que un día festivo cuya finalidad y el valor que debe ocupar en nuestra memoria colectiva no ha sido suficientemente explicada. Y en esa crítica, también me incluyo como Presidenta del Parlamento de Cantabria.

Por esa razón, no he dudado en calificar este acto como esencialmente político. Porque la política es un mecanismo esencial e imprescindible en nuestra organización como sociedad, especialmente en la democrática, que es la que mejor garantiza la libertad individual y los derechos básicos, refleja la opinión de las mayorías y consagra el respeto a las minorías.

Somos nosotros lo que debemos explicar a nuestros conciudadanos que las instituciones no son entes abstractos cuya finalidad se desconoce. En las instituciones, aquellos que elegimos de forma libre y democrática,  toman decisiones, diseñan políticas concretas que afectan a nuestras vidas cotidianas  y establecen las reglas por las que nos regimos en los procesos democráticos.

La política se hace día a día, no hay espacios en blanco, siempre hay exigencias que atender.

Creo que no es simplificar en exceso decir que las instituciones, esos entes que muchos ciudadanos no identifican, son las que deciden si pagamos más o menos impuestos, si la sanidad tiene la calidad que esperamos, si la formación de nuestros hijos cuenta con los maestros y profesores  que necesitan o si la paga de los pensionistas es suficiente para llevar una vida digna, por poner sólo unos ejemplos muy claros. 

Por lo tanto, como ciudadanos, debemos vigilar, participar, reorientar o corregir si es necesario, pero sobre todo mantener y respetar las instituciones donde se toman las decisiones que condicionan la vida de todos nosotros, velar por ellas, demostrar su capacidad y evitar su deterioro.

Las críticas fáciles, el recurso a la demagogia para buscar algún rédito político, el desprecio a las formas y a la cortesía, la negativa sistemática al diálogo, la tensión innecesaria y el recurso sistemático a la descalificación grosera acaban pasando factura a las instituciones mismas, y eso es algo que no nos podemos consentir.

Las instituciones, esas herramientas al servicio del sistema democrático y el estado de derecho, deben permanecer como garantía de nuestra convivencia. Por supuesto, reformando y mejorando aquellos aspectos que no funcionan correctamente, así como adaptándolas a las exigencias de la ciudadanía.

Pero en todo caso, debemos reconocer su valor articulador y defenderlas frente a quienes las desprecian sin ofrecer alternativas o con argumentos reduccionistas.

Nosotros, los que ocupamos esas instituciones, con independencia de la responsabilidad que nos toque a cada uno, tenemos que hacer una labor de explicación y de pedagogía constante.

Pero seamos claros. La pedagogía no es creíble si no viene acompañada de un comportamiento ejemplar. Desde ahí, desde el comportamiento honorable de quienes las ocupamos temporalmente, es desde donde es posible construir la credibilidad de nuestras instituciones.

Debemos avanzar en consagrar la transparencia como condición necesaria y debemos facilitar la participación real, en el fondo y en la forma.

Por ejemplo, creo que es un acierto que hoy en este acto no haya barreras, ni físicas ni imaginarias, entre los vecinos y vecinas y sus representantes en las instituciones, porque también somos vecinos. Es un pequeño paso estético, pero significativo en la ruta por la que todos debemos avanzar. Que no es otra que la de la decencia, la transparencia y la participación.

Desde la responsabilidad que asumo y me honra como Presidenta del Parlamento de Cantabria, una de esas instituciones donde se proponen, discuten y aprueban normas y leyes que regulan el día a día de todos nosotros, me atrevo a proponer, humildemente, algunos deberes esenciales que todos los representantes políticos debemos cumplir y aprobar.

El primero, es mantener un comportamiento personal respetable, porque el mensaje de lo que hacemos es mucho más poderoso que el mensaje de lo que decimos.

Y mientras vamos recuperando la confianza y el respeto de los ciudadanos, tenemos que explicar del modo más comprensible y permanente que las instituciones son las herramientas de la democracia, y que sin ellas no es posible articular el estado de derecho que, a pesar de todas las dificultades y defectos, disfrutamos en Cantabria.

Tenemos que recordar, una vez más y nunca es suficiente, que el sistema democrático y de derecho del que disfrutamos en España y por supuesto en Cantabria, no es producto del azar, ni siquiera un regalo de los dioses. Es un bien que debemos cuidar todos los días, porque es el producto del sacrificio y la entrega de muchos hombres y mujeres que se lo jugaron todo por una idea de justicia y libertad.

Para concluir, diré que la identidad compartida de los pueblos,  como la que nació por la voluntad de aquellos hombres valientes, es muy beneficiosa cuando siembra lazos de solidaridad.  Pero también debemos estar vigilantes porque, en ocasiones, y estamos viendo algunos casos en el contexto internacional, la identidad propia, la defensa de las tradiciones y la defensa de lo propio no deben convertirse en ladrillos para construir muros de intolerancia o de insensibilidad hacia los que sufren.

La identidad propia, las raíces culturales y el orgullo de pertenencia de un pueblo como el cántabro, trabajador y al que no le asustan las dificultades, se enriquece y se agranda cuando acude en ayuda del necesitado, venga de donde venga, y siempre está dispuesto al intercambio sincero con otras culturas.

Debemos estar orgullosos de quienes se fundieron sin egoísmos para construir algo más grande que ellos mismos. Y también debemos mantener nuestras puertas abiertas y demostrar nuestra grandeza como pueblo ante los que,  desde dentro o desde fuera, esperan que las instituciones, que hoy ensalzamos, les ayuden al menos lo necesario para no caer en la desesperanza.

Muchas gracias

Puente San Miguel 28 de julio de 2016